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martes, 14 de abril de 2020

MI AMIGO EL PASTOR


Tengo un amigo campesino al que algunas tardes acompaño en su pastoreo. Me lleva por montes y cañadas llenas de encanto, al ritmo lento que las cabras siguen, mientras van alimentándose de cuanto les sale al paso. Los tres perros, gos d’atura, bien entrenados, se cuidan de que el grupo permanezca unido. Delante, con una enorme cencerra que casi le arrastra por el suelo, va un viejo macho de luengas barbas, con cuernos grandes y retorcidos. Mi amigo y yo aprovechamos el momento para rememorar viejos tiempos, recordar la infancia que compartimos, y dedicar un añorante recuerdo a la gente con la que ya no podemos contar. A pesar de que vive retirado del mundo, está bien informado de las circunstancias políticas que nos agobian. Tiene por compañía permanente una radio diminuta que lo mantiene al día. 
Aquella tarde, mientras el ganado seguía a lo suyo, nos acomodamos sobre unas rocas a echar un cigarro. Los perros, a nuestros pies, parecían seguir la plática de mi amigo. 
- ¿Te acuerdas de la familia que vivía en el cortijo de la loma, al final de la cañada? La pareja con cinco o seis hijos ocupaba una casa medio derruida y un patio lleno de escombros. Por toda ayuda tenían una burra vieja que el patrón había desechado. El padre trabajaba en lo que podía. Si había jornal, se comía, si no, se ayunaba. Los chiquillos, a los seis años ya llevaban el ganado del amo. La madre no paraba en todo el día y siempre llevaba un chiquillo mamantón colgando del costado. Todos estaban secos como espátulas. El amo era rico y malo, la mujer, avariciosa. Disfrutaban de todas las comodidades y mataban un par de cochinos todos los años. La despensa rebosaba y sus hijos merendaban pan blanco con chocolate sobre rebanadas de pringüe, mientras los hijos del jornalero los miraban con ojos desencajados y barrigas a punto de explotar. De vez en cuando, la señorita llamaba a la madre al cortijo para entregarle un exiguo “presente” de la matanza. Hacía que se lo diera su hijo para enseñarle a tener caridad con los pobres.
Han pasado los años. Los hijos del señorito se hicieron marxistas, luego comunistas y han acabado en socialistas. Los hijos del bracero se hicieron de Alianza Popular, luego del PP, y han acabado en Vox. ¿Qué te parece?
Los perros y yo guardamos silencio.



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