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martes, 13 de noviembre de 2012

A CASARSE TOCAN

Anda la Conferencia Episcopal y los miembros del sanedrín adyacente, revolucionados con el fallo del Tribunal Constitucional que, después de un parto como el de los montes, han dado a luz un ratoncillo en forma de libertad para que cada uno baje las escaleras como quiera y se case como le dé la gana, dentro del llamado matrimonio, que ahora es universal para heterosexuales, homosexuales y demás clases de tropa.
Y yo, que nunca he sido demasiado despejado para esto de las cuestiones sociales, me pregunto lleno de perplejidad que porras les importará a los que profesan una creencia determinada y enfocan su vida y los sacramentos subsiguientes a la mayor gloria del dios en que creen, lo que hagan los demás en el uso de la legitima libertad de que todos los miembros de la sociedad tenemos derecho a disfrutar.
El que crea en un determinado tipo de familia, pues que la adopte y santas pascuas, el que crea en otra, lo mismo, dentro de la legalidad vigente y constitucional que a todos nos ampara. El que quiera constituirse en réprobo, incurriendo en la ira divina del dios que corresponda, es algo que solo afecta a quien así opina y que ejerce su libertad soberana de creer en lo que quiera o no creer en nada.
No acabo de entender ese afán (desde cualquiera de las religiones detentadoras de la verdad que nos asedian por doquier) por uniformizarnos a todos en torno a unas creencias que, siendo válidas y respetables para los que las profesan, a muchos de los demás nos traen al fresco. Como no sea -me dice Pepito Grillo-, que, no estando demasiado seguros de sus asertos, confíen en que el número haga válida la teoría, como decía Ruyard Kipling que habia oído a los monos en la India: “somos muchos, todos decimos lo mismo, luego esa es la verdad”. Nuestros vecinos catalanes (ahora inmersos, por cierto, en tiempos de tribulación) han actualizado el dicho con la ocurrente formula com més serem més riurem (cuantos más seamos, más reiremos).

En medio de las calamidades que nos acechan por doquier, crisis, paro, desahucios, recesiones, primas de riesgo y no sé cuántas tétricas fantasmas más, tenemos por lo menos conquistada, con enormes dificultades, la libertad de conciencia y ahora –según el Tribunal Constitucional- la de que los que así lo deseen, puedan constituir un matrimonio con otras normas de las conocidas hasta el momento, con los derechos que la Constitución reconoce para todos los españoles, sea cualquiera su opción política, sexual o religiosa. El que no quiera casarse con un/a homosexual, que no se case y todos contentos. Puede que sea discutible la denominación; la forma y los derechos, no. Ahí no me meto, que son honduras para más preparados.
Así que, señores de la Conferencia Episcopal, que cada perrico se lama su p…, cada uno en su casa y con lo suyo haga lo que mejor le parezca, respetando siempre la libertad de los demás; a quien dios se la dé, san Pedro se la bendiga y cada mochuelo a su olivo, que bastantes profetas llevamos ya aguantados desde los tiempos de Cafarnaúm.

14 comentarios:

  1. Al igual que los independentistas catalanes pretenden exculparse de sus errores apelando al nacionalismo, los “padres” de la Católica disfrazan ciertas tendencias para seguir “extemporáneos”. El caso es pasar a todos por la piedra.
    Besos.

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    1. Debe dar mucha seguridad permanecer anclado en el pasado, con normas que servian para otros tiempos y otras culturas, si no, no me lo explico, profe.

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  2. Claro que sí, que cada palo aguante su vela, que cuando les entran las calenturas del sexo y se ponen perseguidores de pecadores no hay quien los resista.
    Besos.

    P.D.- Ya me he leído con gusto tus recuerdo saharuis.

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    1. Yo tambien me he leido tus historias de familia. Son entretenidas y llenas de golpes sicologicos estupendos. Enhorabuena.

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  3. La impúdica uniformidad a la que nos tienen acostumbrados iluminados y profetas, de cualquier cruz, luna, estrella u otra simbología, ha tenido que llegar, en este caso, a un tribunal jurídico y seglar, esto es muy importante, para rozar levemente el desaforado, hipócrita, innecesario y estruendoso, poder de la iglesia ante una palabra que es su cáncer: libertad.
    Su represión ha sido tan infame, tan violenta, que hablarles de libertad les eriza el cabello afeitado de su trasnochada tonsura.
    ¡Papás de todos!..., los papás de la justicia la han aplicado, faltaría más, pero ¡papás de la justicia!..., háganlo un poco más rápido porque parece que ustedes tienen en la mesa millones de papeles para emitir un juicio justo y creo, que en este caso, sólo con leer la patochada que presentó el partido en el poder, que ahora debe acatar su veredicto justo, se podría haber solucionado en un minuto... Vamos, ¡digo yo! Amén.

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    1. Amán, Äntonio, poco dejan para otra opinion tus sesudos articulos que ponen broches luminosos a mis pobres palabrejas. Por cierto, ya estoy en activo, lo digo por si tienes alguna trifulca. siempre a tu disposición.

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  4. Y es que después de miles de matrimonios homosexuales sin problema alguno, ¿a qué venía ahora prohibirlo?. Como bien dices, creo que son palos de ciego para intentar arreglar cosas que ni son el verdadero problema, ni son problemas en sí mismos.
    Un saludo.
    Joker

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    1. Decia mi agbuela que "cuando el diablo no sabe que hacer, mata moscas con el rabo" Ya ves, Joker.

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  5. Como siempre Mariano, muy bueno tu escrito, con el que estoy totalmente de acuerdo.

    En otro "orden de cosas" ya he contactado con la autoridad competente , para la comida del sábado 24.

    Mañana te pondremos falta, pero justificada.

    Un abrazo
    Pepe

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    1. Gracias, Pepe, alli estaremos como un solo hombre, si el tiempo no lo impide. Un abrazo

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  6. No nos engañemos, NO es el triunfo de la libertad del matrimonio homosexual sino que es el triunfo del MATRIMONIO a secas, sacramentalizado por la Santa, Católica y Apostólica Iglesia.

    En relación con ello, Agustín García Calvo tiene un artículo muy interesante y sin desperdicio. Te dejo el enlace:

    http://bauldetrompetillas.creacicle.com/?page_id=2916

    Un abrazo, Mariano.

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