Era la noticia del día que opacó el resto de los disgustos a que nos tienen sometidos y llenos de sobresalto el americano, el ruso y el judío.
—Era
un buen hombre que intentó, dentro de su poder, que no era tanto, modernizar la
Iglesia, empresa de por sí, imposible. Ha estado dando el callo hasta el último
día a pesar de sus fatigas.
—Desde
luego, Juan, en eso estoy de acuerdo, un hombre de buenas intenciones que ha
muerto a edad provecta, tras una vida honorable y va a encontrarse con el Sumo
Hacedor en que creía para iniciar una carrera de eterna contemplación seráfica.
No veo entonces qué de penoso tiene la noticia de su muerte, cuando desde el
punto de vista de los que creen en lo que tú, ha alcanzado el sumum de la felicidad tras un papado
fructífero.
—Ya,
Cacaseno, pero siempre es triste el final de cualquier ser humano, es ley de
vida. No nos resignamos a la desaparición. Vivimos como inmortales y nos
llevamos un pasmo cuando llega el momento final. ¿Que opinas tu, María?
—Ya
sabéis que no soy muy de misa, para mí, el más allá está en el más acá, lo otro,
ya os contaré cuando llegue el momento. No me atrae una cofradía en que las
mujeres tenemos un papel subordinado y desigual con los hombres. No creo que
saliéramos de ninguna costilla, y si no que se lo pregunten al profesor Arsuaga.
—No
te ancles en leyendas, que eso son —dice Fernández—, de alguna forma habría que
explicarle las cosas a la gente de aquella época, eran parábolas.
—Pue
ya podían haberse puesto las pilas, que han pasado más de dos mil años y
seguimos en las mismas, no me convence ese argumento. Fijaros en los que cuenta
la película El Conclave, intrigas
mezquinas, corruptelas, líos de faldas y un final inverosímil, como la Iglesia
misma, a lo mejor la realidad es algo parecido.
—Dejemos
al difunto en paz, no es momento de discusiones, quedémonos en que fue un
hombre honesto que trabajó por actualizar a la grey, lo que no es fácil en una
organización inmovilista, con la clerecía retrograda que parece haber en el
Vaticano, por no mentar a la Conferencia Episcopal.
—En
eso estamos de acuerdo, tío Juan, es una figura que respetamos por ser parte de
nuestros primos argentinos y haberse recriado entre nosotros. Un luchador
contra imposibles. Que descanse en paz.
—Sea,
echemosle el respetuoso alboroque, aquí paz y después gloria.