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martes, 13 de mayo de 2025

EXPLICANDO EL APAGÓN

 

Quedó Fernández perplejo. Advirtió, con sorpresa que quizás sus opiniones tenían entre los contertulios más importancia de la que había imaginado y se le pusieron las orejas encarnadas.

—De acuerdo, os daré mi punto de vista sobre lo acontecido, pero os advierto que la mía es solo la opinión de una persona medianamente informada que procura utilizar el sentido común.

—Tú eres ingeniero electrónico

—Fui, Maruja, fui, las cosas han cambiado desde entonces.

—De acuerdo, pero algo más sabrás que nosotros, cuéntanos tu punto de vista, acláranos la cuestión.

—Vosotros lo habéis querido: hay que empezar por Mesopotamia.

—Coñe, eso nos llevará días.

—Si empezamos con interrupciones, lo dejo.

—Sigue, nos callamos.

—De acuerdo. En Mesopotamia —y seguramente en otros lugares— se produjo hace entre 8 y 10.000 años un hecho trascendental: los seres humanos domesticaron la agricultura y la ganadería, se encadenaron a la tierra. Hasta entonces, los alimentos iban del árbol, la carroña o la bestia cazada a la boca (del productor al consumidor), luego se inventaron los almacenes. El grano se recolectaba, se guardaba en almacenes y se distribuía. Así ha sucedido con toda clase de alimentos y enseres a lo largo de los tiempos: el almacén es un elemento intermedio imprescindible para toda actividad humana, es lo que nos permite dosificar los enseres a medida que los vamos necesitando, desde la mermelada de moras que guardamos para el invierno hasta los coches de la fábrica que agrupamos en grandes campas, para hacerlos salir a medida que los van requiriendo los distribuidores.

Ese almacenaje al que estamos acostumbrados y que tan fluido hace el curso de los elementos, en la energía eléctrica no existe. La energía eléctrica —la corriente, para entendernos—, que se produce tiene que ser consumida en el mismo instante, y al revés, la energía eléctrica que se demanda, tiene que ser producida en el mismo instante. Cuando le damos al interruptor de la luz y nos llega un chorro de corriente capaz de encenderla, alguien, en algún sitio, tiene que estar produciendo en aquel instante esa energía.

A hora imaginemos lo mismo a nivel mayor. Si en nuestro pueblo, cuando cae la noche y baja la temperatura nos ponemos de acuerdo para encender las luces y los braseros eléctricos, imaginad al tío que produce la electricidad en un sitio lejano que puede ser Barcelona, Sevilla, Francia o Marruecos, dándole a la manivela de forma desaforada para producir la energía eléctrica que le acabamos de demandar. Lo que no es posible ni admisible es que le demos a la llave de la luz cuando se nos antoje y esta no se encienda, eso no puede pasar.

Sigamos imaginando este pequeño ejemplo multiplicado por miles de miles. El pueblo se ha convertido en nación y los vecinos en millones de ciudadanos. ‘El tío de la manivela’ es un gigantesco ‘fabricante de electricidad’ que tiene que estar pendiente segundo a segundo de quien enciende una luz en cualquier sitio para darle a la manivela con el impulso suficiente.

Ya tenemos identificado al consumidor: el vecino o vecina que pone la lavadora o el horno, el ascensor que sube a los pisos, la industria que calienta el agua o mueve motores y un largo etcétera. Vamos al productor, al ‘tío de la manivela’. Está formado por muchos ‘productores’. Para producir electricidad se requiere que alguien haga girar un eje a través de un aparato, llamado generador, que la produce (el caso de las placas fotovoltaicas es asunto que ya trataremos más adelante). Cambiamos una energía en otra, porque como ya habréis oído, la energía ‘ni se crea ni se destruye’ (primer principio de la termodinámica). Cómo convertimos la energía del tipo que sea en eléctrica, os acabo de dar la pista: la energía del agua almacenada en los pantanos dejándola caer para mover las turbinas que hacen girar el eje que mueve el generador, el vapor de agua obtenido en las centrales nucleares, los aerogeneradores, los ciclos combinados de gas.

—¿Y las placas?, esas no se mueven.

—Ese es otro asunto, María. En ese caso, captamos la energía del sol y a través de un sistema placas, se la enchufamos al tío de la ‘manivela’ para que use de ella según demanda.

Introduzcamos el factor económico. El ‘tío de la manivela’ tiene que valorar donde compra la energía eléctrica para poder servirla a un precio asequible a sus clientes, que la quieren a un coste lo más barato posible. Tiene un abanico de proveedores a su disposición (hidráulica, centrales térmicas, nuclear, renovables, ciclos combinados de gas) que se la ofrecen a precios diferentes, según sus costes de producción. ‘El tío de la manivela’ tiene que ser muy astuto y hábil para, en tiempo real, ‘comprar’ a cada uno de sus proveedores la cantidad de energía necesaria para abastecer la demanda en cada instante.

—¡Pues tiene que ser un artista!

—¡Ya te digo! Ahora viene otro asunto: la distribución. La energía eléctrica se trasmite, como todos sabemos, por cables en torres enormes, para sustentar los conductores de gran tamaño que minimicen las caídas de tensión. Cuando se produce la energía en el lugar de origen, se eleva la tensión mediante transformadores, se transporta por esos cables y en el lugar de consumo se vuelve a bajar. Cuanto más amplias sean las redes de distribución, más amplio será el ‘colchón’ que permita establecer el equilibrio entre la oferta y la demanda de electricidad en cada instante, de modo que ya no basta la red nacional, sino que las redes se hacen internacionales. En nuestro caso, estamos conectados con nuestros vecinos franceses, marroquíes y portugueses, estos a su vez, estarán conectados con otros, de modo que si se produce una incidencia en cualquier lugar de esa enorme red, ‘el tio de la manivela’ tiene que estar atento, segundo a segundo, para ‘comprarle’ a otro proveedor la energía necesaria para subsanar el problema.

—Pues es complicado el asunto.

—Mucho. Cuando las cosas van bien, no nos enteramos, creemos que todo está en buenas manos y nos parece lo más natural que cuando le damos al interruptor, la bombilla se encienda, y si no se enciende, ya estamos con el apagón y nos apresuramos a comprar papel higiénico.

—Te ha quedado lo de las renovables.

—Ese es otro asunto y no menor: el análisis de las fuentes de energía y su facilidad para dar respuesta ágil a la demanda instantánea. Para eso están los técnicos y los políticos. Todas las fuentes tienen sus pros y sus contras, quizás la menos contaminante sea la hidráulica, pero depende del sistema hidrológico de cada país, si hay poca agua hay que dosificarla; la nuclear es limpia en el uso, pero hay que desprenderse de los residuos radioactivos y de su peligro; el gas natural es poco contaminante, pero depende de los recursos de cada país, el que no tiene gas, se ve obligado a comprarlo por oleoductos o barcos; la eólica y la fotovoltaica son limpias, pero sus residuos son contaminantes y poco reciclables. Hay que considerar también la capacidad de respuesta instantánea de cada una de las fuentes, que son diferentes.

Imagínenos lo complejo que es gestionar todos esos elementos y las enormes medidas tecnológicas y de seguridad que deben estar establecidas para que un apagón —un cero energético, como dicen los expertos— no se produzca más que en casos excepcionales. Lo estúpido es utilizar estos fallos del sistema para entrar en debates estériles entre nucleares y renovables o cualquiera otras. Al final, dependemos de la política energética de cada país.

—O sea, en manos de los políticos.

—Como siempre.

 


jueves, 8 de mayo de 2025

CONCILIOS Y CÓNCLAVES

Llevamos unos días inmersos en el conclave, fase obligada por la muerte del ultimo pontífice, con película premonitoria incluida. La Iglesia se moviliza, los cardenales acuden desde los cuatro puntos cardinales para optar al puesto de ‘Primus inter pares’ que habrán de elegir entre ellos.

Los prelados de la Iglesia Católica vienen reuniéndose en asambleas ecuménicas llamadas concilios y conclaves, bien para tratar de asuntos organizativos y de fe, bien para elegir al cabeza de la Iglesia en caso de defunción del anterior, siguiendo el modelo heredado del Imperio Romano.

La trayectoria de la Iglesia ha tenido importancia decisiva en el transcurso de los acontecimientos de Europa y su sello indeleble está impreso en nuestra cultura judeo-cristiana.

El primer concilio fue el convocado por el emperador Constantino en Nicea el año 325, presidido por el obispo Osio de Córdoba en ausencia del entonces pontífice Silvestre, de avanzada edad. Su objetivo era condenar el arrianismo, doctrina herética surgida como rama desgajada de la joven Iglesia Romana.

Es fenómeno común a todas las religiones que, desde sus comienzos surjan ramas disidentes que se apartan del tronco principal, apellidándose a sí mismas verdaderas y motejando a las otras de sectas, denominación que irá adquiriendo peso en función del número de adeptos.

Otro concilio digno de recordar, el llamado ‘Concilio Cadavérico’ celebrado en san Juan de Letrán el año 897 en el que el papa Esteban VI acusó a su antecesor, Formoso —Papa Bonifacio VI—, de haber accedido al papado de forma ilegal. El concilio concluyó con la declaración de culpabilidad de Formoso, cuyo cadáver fue desenterrado a los nueve meses, revestido con sus atributos papales y colocado en su trono para que asistiera a las deliberaciones del concilio. Una vez reconocida su culpabilidad se le amputaron los tres dedos de dar bendiciones y se arrojó lo que quedaba de él al Tiber.

A la vista de que la elección de los papas dependía de los poderosos de la tierra y estaba mediatizada por sus querellas y ambiciones, tan poco acordes con la misión espiritual de los pastores de almas, en el año 1059 por la bula In nomine Domini, el papa Nicolás II estableció a los miembros del colegio cardenalicio como únicos electores del pontífice romano. El papa Gregorio X, en 1274 promulgó en 1276 la constitución Ubi periculum en la que se fijaban las estrictas normas que habrían de mantenerse durante el proceso: los postulantes se reunirían en un área cerrada, con un solo servidor, la frugal comida se suministraría a través de un ventanuco, tras el tercer día recibirían un solo plato, tras el quinto, únicamente pan y agua. Durante el cónclave dejarían de percibir sus ingresos eclesiásticos.

Uno de los conclaves más pintorescos fue del de Lyon, en el año 1314 que recoge Maurice Druon en su serie Los reyes malditos. Si se hubieran seguido las normas de Gregorio X, los cardenales (para entonces 24) se hubieran reunido, a la muerte de Clemente V en el palacio episcopal de Carpentras, pero intervinieron los reyes Felipe IV ‘el Hermoso’ y su hijo y sucesor, Luis X para que la reunión se produjera en Lyon. El destino, que todo lo altera, hizo que también muriera Luis, y su hermano, que lo sucedió a título de Felipe V, harto de las intrigas cardenalicias, encerró a los purpurados en el convento dominico de Lyon amenazándoles con quitarles la comida, y el tejado del convento para facilitar la tarea del Espíritu Santo, si no llegaban pronto a un acuerdo. La medida surtió efecto y los purpurados optaron por elegir a Juan Jacobo Duezé, un anciano de 72 años, consagrado como Juan XXII dos años después de iniciarse el conclave, con la esperanza de que habría de durar poco y de nuevo podrían reanudarse las negociaciones entre, franceses, Orsini y Colonna.

El papa se instaló en Aviñón, donde favoreció los intereses de Francia y del rey de Nápoles hasta su muerte en 1334 a los 90 años, de donde se deduce que lo de las edades y la permanencia en el papado son cosas relativas. Un antecesor suyo, Juan XII accedió al papado a los 18 años y fue papa durante 9 (955-964).

Ahora se reúnen los 133 prelados venidos de todo el mundo en la Capilla Sixtina para elegir de entre ellos el que mejores características presente para dirigir los destinos de la organización y adaptarla a los tiempos que corren, siempre dentro de los principios inamovibles de una doctrina fijada hace siglos. Son papables entre los 60 y los 80 años.

Esperemos que la rígida norma del papa Gregorio se haya dulcificado permitiendo el acceso a condiciones más confortables, y que el Espíritu Santo guie sus intenciones en la buena dirección.

La fumata blanca será recibida con alborozo por sus incondicionales seguidores.

martes, 6 de mayo de 2025

EL APAGÓN


—Menos mal que fueron doce horas, si el asunto se hubiera prolongado unos cuantos días, allí habría sido el llanto y crujir de dientes, la sociedad a la debacle. Cosas como estas nos deberían hacer reflexionar acerca de nuestro papel de malos huéspedes en el planeta que nos da acogida y en lo frágiles que son las estructuras que hemos construido creyendo que eran sólidas. Nos quedamos sin luz unas horas y se nos hunde el mundo.

—Valgamelseñor, Fernández, el apagón te ha vuelto sentencioso.

—No, tío Juan, es que últimamente me da por observar el mundo a mi alrededor y poco de lo que veo me gusta: los dignatarios de los países hegemónicos comportándose como críos mal educados que se disputan las canicas con grave peligro para los demás; la humanidad esquilmando un planeta cada vez más contaminado; los jóvenes desanimados, pasotas y con frecuencia violentos.

—No te vayas por los cerros de Úbeda, Fernández, lo que es necesario es que el presidente de explicaciones de por qué ha pasado lo que ha pasado y de qué medidas se toman para que no vuelva a pasar.

—El asunto es tan complejo que no admite soluciones fáciles, Juan, pero no dudes de que se sabrá todo ce por be. Y la gestión de Sánchez y su gobierno, a mi forma de ver, impecable. Mientras, tu jefe aprovechando cualquier coyuntura para embarrar el patio. Ya no se acuerda de cuando su jefe privatizó las compañías eléctricas (en eso el PSOE de González también tuvo lo suyo). Va a ser verdad lo que dice Mateo, que desde el fundador brazo en alto, si la derecha no gobierna, cualquier otro es ilegitimo y hay que derribarlo al precio que sea, aunque sea el del caos. Lo del muchachito de Murcia, ni te digo, la voz de su amo, pero desbrevá, a lo tontucio, después de pedir el nivel tres de emergencia y hacerse el remolón para devolverlo, como la de Madrid, joder por joder, vaya forma de hacer política rastrera.

—Bien dicho —salta el Cacaseno—, así me gusta, que le cantes las verdades del barquero a la derechona fachosa.

—Perdonad que se me vaya el frasco, pero es que me tiene indignado tanta podredumbre y tanta bajeza en dirigentes elegidos de buena fe en un proceso democrático para hacer una oposición digna y constructiva.

—Y no has nombrado al de Vox, que también ha salido a echar su parte de bilis sobre el asunto.

—A ese personaje me resulta difícil dirigirme, Maruja, una de las cosas que me parecen más embrolladas de entender es como cuenta con el voto de muchas mujeres. O no se leen su ideario o están cegarrutas del tó.

—¿A tí que te parece, Juan?, es vuestra muleta.

—No liemos la troca, Maruja, el de ese es un partido y el nuestro otro.

—Si, pero coméis en el mismo pesebre.

—Aquí no hay pesebres, hay programas.

—Que os pasáis por el forro cuando llega la hora de gobernar y os dejáis llevar por el morro.

—Todo legítimo y producto de las urnas democráticas, María.

—Por eso precisamente gobierna Sánchez y su coalición, es lo que no aceptáis desde el primer día. Ese es el problema de este país.

—Vamos a dejarlo aquí, que se me va a atragantar el desayuno. Quedamos para los quintos del medio día. Sin acritud, tío Juan.

—Quedamos.

 

 

martes, 29 de abril de 2025

IL PAPA È MORTO

Era la noticia del día que opacó el resto de los disgustos a que nos tienen sometidos y llenos de sobresalto el americano, el ruso y el judío.

—Era un buen hombre que intentó, dentro de su poder, que no era tanto, modernizar la Iglesia, empresa de por sí, imposible. Ha estado dando el callo hasta el último día a pesar de sus fatigas.

—Desde luego, Juan, en eso estoy de acuerdo, un hombre de buenas intenciones que ha muerto a edad provecta, tras una vida honorable y va a encontrarse con el Sumo Hacedor en que creía para iniciar una carrera de eterna contemplación seráfica. No veo entonces qué de penoso tiene la noticia de su muerte, cuando desde el punto de vista de los que creen en lo que tú, ha alcanzado el sumum de la felicidad tras un papado fructífero.

—Ya, Cacaseno, pero siempre es triste el final de cualquier ser humano, es ley de vida. No nos resignamos a la desaparición. Vivimos como inmortales y nos llevamos un pasmo cuando llega el momento final. ¿Que opinas tu, María?

—Ya sabéis que no soy muy de misa, para mí, el más allá está en el más acá, lo otro, ya os contaré cuando llegue el momento. No me atrae una cofradía en que las mujeres tenemos un papel subordinado y desigual con los hombres. No creo que saliéramos de ninguna costilla, y si no que se lo pregunten al profesor Arsuaga.

—No te ancles en leyendas, que eso son —dice Fernández—, de alguna forma habría que explicarle las cosas a la gente de aquella época, eran parábolas.

—Pue ya podían haberse puesto las pilas, que han pasado más de dos mil años y seguimos en las mismas, no me convence ese argumento. Fijaros en los que cuenta la película El Conclave, intrigas mezquinas, corruptelas, líos de faldas y un final inverosímil, como la Iglesia misma, a lo mejor la realidad es algo parecido.

—Dejemos al difunto en paz, no es momento de discusiones, quedémonos en que fue un hombre honesto que trabajó por actualizar a la grey, lo que no es fácil en una organización inmovilista, con la clerecía retrograda que parece haber en el Vaticano, por no mentar a la Conferencia Episcopal.

—En eso estamos de acuerdo, tío Juan, es una figura que respetamos por ser parte de nuestros primos argentinos y haberse recriado entre nosotros. Un luchador contra imposibles. Que descanse en paz.

—Sea, echemosle el respetuoso alboroque, aquí paz y después gloria.

martes, 22 de abril de 2025

TIEMPOS DESDICHADOS

 

La tertulia lleva unos días de capa caída. Cuando llegó Fernández se extrañó de ver el periódico durmiente en la mesa.

—¿Has terminado con la prensa, Cacaseno?

—Eso le estaba diciendo, apostilla María.

—Ni lo he abierto, grima me da imaginar que nueva burrada nos depara el Trump.

—Y con el Putin a partir un piñón con él, como chotos de la misma maere, quien lo iba a decir, interviene Juan de la Cirila.

—¿No te gustaba tanto el tío colorao?

—No me líes Cacaseno, ese ya no es mi gallo. Una cosa es que uno sea de derechas y otra estar de acuerdo con las burradas de ese personaje.

—Pues tu amigo el de VOX bien que fue a lustrarle las botas, le faltó ponerse la gorra de hortera.

—Ese tampoco es mi amigo, Cacaseno, mi partido no apoya a semejantes extremistas.

—No es eso lo que hace tu jefe con la boca pequeña.

—No le des mas tormento al tío Juan, Cacaseno, que bastante tiene con lo de Valencia, de eso estábamos hablando antes, dice María.

—Pues ya que lo dices, mejor no meneallo que ahí Feijoo se está cubriendo de gloria, parece que cada vez manda menos en el partido, entre la de Madrid que se le sube a las barbas cada vez que se le antoja y el Mazón que se ha enrocado como un mero, está tu jefe que no dice más que tonterías para sacudirse las pulgas. ¡Que desdicha de oposición!

El tío Juan, abrumado, guarda un prudente silencio.

—Estamos viviendo tiempos desdichados, tercia Fernández, el panorama es desolador. Lo de Ucrania y Gaza no tiene nombre.

—Si tiene, nombre y apellidos, un insensato imperialista que se cree otro zar, apoyado por el loco del pelo rojo. Quien nos iba a decir que los líderes de Rusia y EEUU iban a estar de acuerdo en la barbarie.

—No me explico, María, que los judíos sigan a un desquiciado genocida, con la historia que tienen.

—Precisamente por eso, Cacaseno, se creen el pueblo elegido desde siempre y ahora tienen la ocasión.

—¿Exterminando a los palestinos?

—Ese es el disparate. Si no estuviera detrás su amo americano, otro gallo les cantara.

—Seamos optimistas, imaginemos que a ambos les da un ataque de sensatez: al Trump sus colegas millonetis le hacen entrar en razón y al Putin se le aparece un icono y le obliga a pactar un acuerdo razonable en lo de Ucrania.

—Dios te oiga, Fernández. ¿Y qué me dices de los chinos?

—Esos juegan en otra liga y hacen proyectos a largo plazo, mientras les vayan bien la economía, ni se inmutan. Hacen lo que no hace Europa, ni pactos ni leches, mas aranceles tú, más aranceles yo. Tienen un país estable a base de varazos. Ahí no entro, que es gordo. Lo jodido del caso es que la estupidez de los dos barbaros están poniendo en riesgo la estabilidad del planeta, los demás a hacer declaraciones inoperantes y a preservar sus intereses, eso es lo triste.

Un silencio ominoso cae sobre los tertulianos.

 

martes, 15 de abril de 2025

EL DÍA DEL MAESTRO

 

Echamos de menos a Fernández en la tertulia mañanera, pensamos en un alifafe pasajero o en algún encargo repentino de alguna de sus hijas. Me dio gusto encontrarlo al día siguiente en el puesto de Jóse del mercado semanal. Los dos somos adictos a los tomates Raf que con una cebollica dulce, unas olivas cornicabras y un buen chorreón de aceite de la almazara del tío José María constituyen un manjar inmejorable.
—Ayer te echamos en falta.
—Era un día nefasto
—Y eso?
—El día del maestro

Caí en la cuenta de que era 27 de noviembre, pero ni idea de que tuviera que ver algo con el magisterio. Fernández, siempre locuaz, no estaba ese día de humor, así es que recurrí al fondo de empatía y le propuse un descanso propiciador en el banco del cercano jardín de ‘los cuarticos’.

Una vez las bolsas en reposo le di pie.

—¿Que tiene de especial el día?

—Me trae malos recuerdos, de tristes épocas pasadas.

—¿Tuyas?

—No, de mi abuelo.

Fernández, una vez que se pone en marcha, aboca. Es cuestión de escucha discreta.

—Era maestro en época republicana, tenía 32 años, en la flor de la vida.

—¿Y?

—Lo movilizaron, se tragó lo peor de la guerra. Por lo poco que supimos de él, sobrevivió a los combates pasando toda suerte de penurias, estuvo en Brunete y en la batalla del Ebro, acabó en la marcha hacia Francia, cautivo y derrotado. Fue a parar al campo de concentración de Argelès-sur Mer, allí, se perdió su pista, la familia no volvió a saber de él. Un compañero sobreviviente trajo las ultimas noticias. Puede que muriera en el campo, o que se quedara en Francia ¿Quién sabe?

—¡Aquella guerra estúpida!

—Fue un disparate en el que todos perdieron. Lo peor fue después. Las familias de los maestros ‘rojos’ fueron condenadas al ostracismo, como si no fueran españoles igual que los demás. Años de represión sanguinaria.

—La faena de los militares es acabar con el enemigo hasta que no quede rastro.

—Sí, pero el enemigo era gente de su mismo país, hermanos, primos, familia, amigos.

—Entonces no se miraron las cosas así. Era Caín contra Abel, hasta el exterminio.

—La desgracia fue que tomaran el poder los militares.

—El problema es que la Republica era un desastre.

—Sí, pero era el gobierno salido de las urnas, un golpe militar nunca es legítimo, y una vez instalado en el poder se acabaron las leyes democráticas. Se podía haber solucionado de otra forma.

—Como siempre, es cuestión de cultura y de información, por eso se dieron tanta prisa en eliminar la tarea de los maestros, aquellas Misiones Pedagógicas...

—Así tuvimos los cuarenta años de ‘paz de los cementerios’, lo que es menester es que tomemos buena nota de ello para que no vuelva a repetirse nunca, que tengamos memoria y no olvidemos la historia. Ya sabes ‘El pueblo que olvida su historia…’

 

Un poco cariacontecidos, recogimos las bolsas del condumio y cada mochuelo a su olivo.

 

 

 

domingo, 16 de febrero de 2025

BOADICEA

 —Cuéntame otro cuento, abuelo, una historia del tiempo de los moros.
—Te contaré uno de mucho tiempo atrás, de cuando los moros no habían llegado todavía, la historia de una mujer guerrera.
—¿En España?
—No, en un país lejano, al otro lado del mar, Inglaterra, que entonces se llamaba Britania. Los romanos, dueños del Mediterráneo se propusieron conquistarla en el siglo primero de la Era Común.
—¿Y por qué querían conquistarla?
—Porque los romanos basaban su imperio en la conquista, cuantos más países conquistaban, más ricos se hacían.
—¿Por qué los llamaban romanos?
—Porque Roma era la capital de su Imperio.
—Era un Imperio muy grande?
—De los más grande que han existido, en tiempos de Boadicea abarcaba el Mediterraneo y media Europa.
—¿Y qué pasó con Boadicea?
—Era la esposa de un caudillo de las tribus que habitaban Germania y se opusieron a la invasión romana. Les presentó batalla y fue derrotado y muerto. Se llamaba Prasutago. Arrasaron las aldeas, sometieron a esclavitud a los supervivientes e hicieron tropelías con las mujeres.
Boadicea comprendió que una sola tribu tenía escasas probabilidades de enfrentarse con el poderoso ejército llegado del otro lado del mar. Convenció a los jefes de otras tribus para que dejaran de pelear entre ellos y se unieran para presentar batalla a los invasores.
—¿Una mujer sola?
—Sí, era una mujer valiente.
—¿Y ganaron?
—Sí, ganaron, pero…
—Cuenta, cuenta.
—Ganaron el primer combate, y el segundo, y el tercero, llegaron hasta la base principal de los romanos, Londugnum —que ahora se llama Londres— y la arrasaron, pero…
—Ay abuelo, siempre hay un pero…
—La historia es así.
—Bueno, sigue.
—Los romanos, que no estaban acostumbrados a que los derrotaran, se lo tomaron muy a mal y encargaron a uno de sus generales famosos, Quinto Petilio Cerial, que organizara un ejército formidable para luchar contra Boadicea. Así fue como la derrotaron.
—Mecachis.
—Ahora una pregunta: ¿Qué sabemos de Boadicea?  ¿Cómo te imaginas que esa historia ha llegado hasta nosotros?
—No sé, ¿en los libros?
—Los britanos no tenían escritura, o muy poca. La historia la escribieron los romanos,  los vencedores escriben la historia como les conviene.
—Quien la escribió?
—Dos historiadores romanos, muchos años después, Tácito y Dión Casio.
—¿Y de dónde sacaron la historia de Boadicea?
—De lo que les habían contado, y lo que convenía a la época en que ellos relataban los hechos. A lo mejor Dion se copió de Tácito, los historiadores se nutren unos de otros.
—Entonces, ¿cada uno escribe la historia como le parecee?
—Así es, casi siempre.
—Pues vaya.

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