Seguidores

martes, 22 de abril de 2025

TIEMPOS DESDICHADOS

 

La tertulia lleva unos días de capa caída. Cuando llegó Fernández se extrañó de ver el periódico durmiente en la mesa.

—¿Has terminado con la prensa, Cacaseno?

—Eso le estaba diciendo, apostilla María.

—Ni lo he abierto, grima me da imaginar que nueva burrada nos depara el Trump.

—Y con el Putin a partir un piñón con él, como chotos de la misma maere, quien lo iba a decir, interviene Juan de la Cirila.

—¿No te gustaba tanto el tío colorao?

—No me líes Cacaseno, ese ya no es mi gallo. Una cosa es que uno sea de derechas y otra estar de acuerdo con las burradas de ese personaje.

—Pues tu amigo el de VOX bien que fue a lustrarle las botas, le faltó ponerse la gorra de hortera.

—Ese tampoco es mi amigo, Cacaseno, mi partido no apoya a semejantes extremistas.

—No es eso lo que hace tu jefe con la boca pequeña.

—No le des mas tormento al tío Juan, Cacaseno, que bastante tiene con lo de Valencia, de eso estábamos hablando antes, dice María.

—Pues ya que lo dices, mejor no meneallo que ahí Feijoo se está cubriendo de gloria, parece que cada vez manda menos en el partido, entre la de Madrid que se le sube a las barbas cada vez que se le antoja y el Mazón que se ha enrocado como un mero, está tu jefe que no dice más que tonterías para sacudirse las pulgas. ¡Que desdicha de oposición!

El tío Juan, abrumado, guarda un prudente silencio.

—Estamos viviendo tiempos desdichados, tercia Fernández, el panorama es desolador. Lo de Ucrania y Gaza no tiene nombre.

—Si tiene, nombre y apellidos, un insensato imperialista que se cree otro zar, apoyado por el loco del pelo rojo. Quien nos iba a decir que los líderes de Rusia y EEUU iban a estar de acuerdo en la barbarie.

—No me explico, María, que los judíos sigan a un desquiciado genocida, con la historia que tienen.

—Precisamente por eso, Cacaseno, se creen el pueblo elegido desde siempre y ahora tienen la ocasión.

—¿Exterminando a los palestinos?

—Ese es el disparate. Si no estuviera detrás su amo americano, otro gallo les cantara.

—Seamos optimistas, imaginemos que a ambos les da un ataque de sensatez: al Trump sus colegas millonetis le hacen entrar en razón y al Putin se le aparece un icono y le obliga a pactar un acuerdo razonable en lo de Ucrania.

—Dios te oiga, Fernández. ¿Y qué me dices de los chinos?

—Esos juegan en otra liga y hacen proyectos a largo plazo, mientras les vayan bien la economía, ni se inmutan. Hacen lo que no hace Europa, ni pactos ni leches, mas aranceles tú, más aranceles yo. Tienen un país estable a base de varazos. Ahí no entro, que es gordo. Lo jodido del caso es que la estupidez de los dos barbaros están poniendo en riesgo la estabilidad del planeta, los demás a hacer declaraciones inoperantes y a preservar sus intereses, eso es lo triste.

Un silencio ominoso cae sobre los tertulianos.

 

martes, 15 de abril de 2025

EL DÍA DEL MAESTRO

 

Echamos de menos a Fernández en la tertulia mañanera, pensamos en un alifafe pasajero o en algún encargo repentino de alguna de sus hijas. Me dio gusto encontrarlo al día siguiente en el puesto de Jóse del mercado semanal. Los dos somos adictos a los tomates Raf que con una cebollica dulce, unas olivas cornicabras y un buen chorreón de aceite de la almazara del tío José María constituyen un manjar inmejorable.
—Ayer te echamos en falta.
—Era un día nefasto
—Y eso?
—El día del maestro

Caí en la cuenta de que era 27 de noviembre, pero ni idea de que tuviera que ver algo con el magisterio. Fernández, siempre locuaz, no estaba ese día de humor, así es que recurrí al fondo de empatía y le propuse un descanso propiciador en el banco del cercano jardín de ‘los cuarticos’.

Una vez las bolsas en reposo le di pie.

—¿Que tiene de especial el día?

—Me trae malos recuerdos, de tristes épocas pasadas.

—¿Tuyas?

—No, de mi abuelo.

Fernández, una vez que se pone en marcha, aboca. Es cuestión de escucha discreta.

—Era maestro en época republicana, tenía 32 años, en la flor de la vida.

—¿Y?

—Lo movilizaron, se tragó lo peor de la guerra. Por lo poco que supimos de él, sobrevivió a los combates pasando toda suerte de penurias, estuvo en Brunete y en la batalla del Ebro, acabó en la marcha hacia Francia, cautivo y derrotado. Fue a parar al campo de concentración de Argelès-sur Mer, allí, se perdió su pista, la familia no volvió a saber de él. Un compañero sobreviviente trajo las ultimas noticias. Puede que muriera en el campo, o que se quedara en Francia ¿Quién sabe?

—¡Aquella guerra estúpida!

—Fue un disparate en el que todos perdieron. Lo peor fue después. Las familias de los maestros ‘rojos’ fueron condenadas al ostracismo, como si no fueran españoles igual que los demás. Años de represión sanguinaria.

—La faena de los militares es acabar con el enemigo hasta que no quede rastro.

—Sí, pero el enemigo era gente de su mismo país, hermanos, primos, familia, amigos.

—Entonces no se miraron las cosas así. Era Caín contra Abel, hasta el exterminio.

—La desgracia fue que tomaran el poder los militares.

—El problema es que la Republica era un desastre.

—Sí, pero era el gobierno salido de las urnas, un golpe militar nunca es legítimo, y una vez instalado en el poder se acabaron las leyes democráticas. Se podía haber solucionado de otra forma.

—Como siempre, es cuestión de cultura y de información, por eso se dieron tanta prisa en eliminar la tarea de los maestros, aquellas Misiones Pedagógicas...

—Así tuvimos los cuarenta años de ‘paz de los cementerios’, lo que es menester es que tomemos buena nota de ello para que no vuelva a repetirse nunca, que tengamos memoria y no olvidemos la historia. Ya sabes ‘El pueblo que olvida su historia…’

 

Un poco cariacontecidos, recogimos las bolsas del condumio y cada mochuelo a su olivo.

 

 

 

domingo, 16 de febrero de 2025

BOADICEA

 —Cuéntame otro cuento, abuelo, una historia del tiempo de los moros.
—Te contaré uno de mucho tiempo atrás, de cuando los moros no habían llegado todavía, la historia de una mujer guerrera.
—¿En España?
—No, en un país lejano, al otro lado del mar, Inglaterra, que entonces se llamaba Britania. Los romanos, dueños del Mediterráneo se propusieron conquistarla en el siglo primero de la Era Común.
—¿Y por qué querían conquistarla?
—Porque los romanos basaban su imperio en la conquista, cuantos más países conquistaban, más ricos se hacían.
—¿Por qué los llamaban romanos?
—Porque Roma era la capital de su Imperio.
—Era un Imperio muy grande?
—De los más grande que han existido, en tiempos de Boadicea abarcaba el Mediterraneo y media Europa.
—¿Y qué pasó con Boadicea?
—Era la esposa de un caudillo de las tribus que habitaban Germania y se opusieron a la invasión romana. Les presentó batalla y fue derrotado y muerto. Se llamaba Prasutago. Arrasaron las aldeas, sometieron a esclavitud a los supervivientes e hicieron tropelías con las mujeres.
Boadicea comprendió que una sola tribu tenía escasas probabilidades de enfrentarse con el poderoso ejército llegado del otro lado del mar. Convenció a los jefes de otras tribus para que dejaran de pelear entre ellos y se unieran para presentar batalla a los invasores.
—¿Una mujer sola?
—Sí, era una mujer valiente.
—¿Y ganaron?
—Sí, ganaron, pero…
—Cuenta, cuenta.
—Ganaron el primer combate, y el segundo, y el tercero, llegaron hasta la base principal de los romanos, Londugnum —que ahora se llama Londres— y la arrasaron, pero…
—Ay abuelo, siempre hay un pero…
—La historia es así.
—Bueno, sigue.
—Los romanos, que no estaban acostumbrados a que los derrotaran, se lo tomaron muy a mal y encargaron a uno de sus generales famosos, Quinto Petilio Cerial, que organizara un ejército formidable para luchar contra Boadicea. Así fue como la derrotaron.
—Mecachis.
—Ahora una pregunta: ¿Qué sabemos de Boadicea?  ¿Cómo te imaginas que esa historia ha llegado hasta nosotros?
—No sé, ¿en los libros?
—Los britanos no tenían escritura, o muy poca. La historia la escribieron los romanos,  los vencedores escriben la historia como les conviene.
—Quien la escribió?
—Dos historiadores romanos, muchos años después, Tácito y Dión Casio.
—¿Y de dónde sacaron la historia de Boadicea?
—De lo que les habían contado, y lo que convenía a la época en que ellos relataban los hechos. A lo mejor Dion se copió de Tácito, los historiadores se nutren unos de otros.
—Entonces, ¿cada uno escribe la historia como le parecee?
—Así es, casi siempre.
—Pues vaya.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger... http://programalaesfera.blogspot.com.es/2012/07/el-ventanuco.html?spref=fb