R. L. Stevenson lo interpretó de
forma magistral en su novela “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”
publicada en 1886. A lo largo del relato, el lector se ve atrapado entre la
simpatía que le despierta el doctor, una persona adornada de los más conspicuos
atributos de la persona de bien, y la repugnancia suscitada por esa misma
persona que, víctima de su afán investigador, se convierte en un ser
despreciable que acaba en asesino.
El lector no puede por menos que
preguntarse si la simpatía que siente en el primer caso es óbice para que
desprecie y rechace las acciones de esa misma persona en la última etapa de su
vida.
¿Justifican una serie de buenas
acciones el hecho de que el mismo individuo acabe en defraudador, ladrón,
violador o asesino?