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martes, 19 de junio de 2012

LA DJEMAA FNA (II)

Cuando los almorávides, que subían del desierto mauritano imponiendo el islam ortodoxo a sangre y fuego llegaron a las faldas del Atlas, quedaron maravillados ante el verdor de los valles regados por los deshielos de las nieves perpetuas. Yusuf Ibn Tasufin, el lamtuna que años después llegaría en ayuda de los reyes de Taifas hasta nuestras tierras de Aledo, decidió sedentarizar a su pueblo y fundó la ciudad de Marraquech, una vez que le hubo soplado la dama y el imperio a su primo y jefe Abu Bakr. En su amada ciudad reposa para siempre desde su muerte en el año 1106. Su primo, ante los hechos consumados, adoptó la más inteligente de las posturas posibles: sacudió la cabeza, miró hacia otro lado y se volvió al sur para seguir predicando, espada en mano, la verdadera doctrina.
Marraquech fue, desde entonces la rotula comercial del desierto en cuya gran plaza, la Djemaa Fna, se realizaban todas las transacciones entre norte y sur. Muchos siglos después, continúa igual de esplendorosa y llena de vida.
Pero Marraquech no es solo la Djemaa; los almohades que corrigieron a su vez el celo religioso de los almorávides, destruyeron los pocos edificios emblemáticos que estos habían tenido tiempo de construir para dejar su propio sello en la Kutubia. Más tarde, los sultanes saadies, y especialmente Al Mansur, al que llamaron “el dorado” por la cantidad de oro que le habían proporcionado las expediciones enviadas a Tombuctú y al reino de Ghana, construyeron hermosos palacios como El Badi y dejaron en sus tumbas originales muestras constructivas, ejemplo de la sobria y al mismo tiempo detallista arquitectura de tradición árabe.
El afán religioso de los santones que traían renovada su fe después de la peregrinación a La Meca, se plasmó en magníficos edificios como la mezquita-madraza de Alí ibn Yusuf, donde aún pueden visitarse las celdas de los estudiantes que recuerdan a las igualmente austeras de los cenobios cristianos. Muy cerca se encuentra la kooba (cúpula) Ba’adiyn, único y excepcional vestigio de la arquitectura almorávide que ha logrado llegar hasta nuestros días. Y al sur de la zona principal de la intrincada medina está el barrio real o kasba. Un poco más lejos, hacia el este, el barrio judío (mellah), que suele existir en todas las ciudades de Marruecos donde los judíos, practicantes de otra de las religiones “del libro” son bien acogidos.
Al extremo norte de la medina llena de estrechos corredores y callejuelas cuya anchura solo permite el paso de una persona a la vez, se encuentra Bab Debbagh, la puerta de los curtidores donde, en unos pocillos multicolores excavados directamente en la tierra, hombres a los que las tinturas proporcionan aspectos fantasmagóricos sumergen las pieles en los diversos tintes chapaleando hasta la entrepierna en el viscoso liquido sin más protección que su buen hacer. El olor que sube desde las albercas de aguas coloreadas, producido por las pieles y el estiércol de paloma que se utiliza para blandearlas gracias al amoniaco que su descomposición produce, resulta inolvidable a pesar de las hojitas de menta con que los vendedores protegen la nariz de los turistas.    
Como contraste, se puede continuar la visita por los hermosos jardines de La Menara, Agdal o La Mamounia, el más famoso de los grandes hoteles de Marraquech, donde el reposo y la tranquilidad de sus bien cuidados paseos y macizos de plantas, regadas por las abundantes aguas del Atlas, inspiran relajadas y armoniosas imágenes que tienen poco que ver con el otro Marruecos, árido, pobre y atrasado que constituye la enorme parte sur del país.
El viajero, sorprendido por el efecto siempre nuevo que le produce esta ciudad tan diferente a todas las otras que ha visitado, se dispone a abandonarla, un poco apesadumbrado por las muestras de los estragos que el turismo ha producido en ella, pero con el recóndito y secreto pensamiento que esta no sea la última vez que visite la Djemaa Fna.
¡In Shallah!

10 comentarios:

  1. Qué paseo con tu descripción por la ciudad, Mariano, pero ¿guardarán relación los estragos del turismo con los 10 dírhams al día (menos de un euro) que gana el 20% de los marroquíes o con que Mohamed VI sea el séptimo rey más rico del planeta?
    Un abrazo.

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    1. Ya sabes, Mª Luisa, que cuando se visitan esos paises pobres, atrasados y con sistemas de gobierno injustos, el turista no debe traspasar la primera mirada de fascinacion si no quiere implicarse seriemente en un proceso de critica activa. Esa es la dicotomia en la que uno se mueve irremediablemente. Un abrazo

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  2. Gracias Mariano por toda esta información, siempre he disfrutado de su música, de sus comidas, pero claro, desde aquí, de lo que llega, estar allí debe ser increíble, aunque también sé que no todo es música y comida, hay muchss más cosas que con tu forma de describirlas me llegan y lo hacen todo más cercano. Espero en un futuro próximo vivirlo en persona. Un abrazo,

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    1. Pues si, Yashira, son lugares muy interesantes, cargados de historia (muchas veces cercana y compartida por nosotros)que en la actualidad se encuentran en un impasse lamentable. Esa es la parte mala. Un abrazo y gracias por pasarte por aqui.

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  3. Mariano, en dos palabras: fascinante II.
    Tu relato resulta tan exótico como si lo estuvieses viviendo. Revives en mí vivencias en LA DJEMAA FNA. ¡La historia no, hombre! Esa es una faceta de tu sabiduría que enrosca suavemente en un largo tejido de seda, teñido en la maloliente poza de excrementos y tintes vegetales naturales indelebles.
    Sí, es posible que aspectos peculiares de la pobreza cuasi repugnen a los visitantes aunque masticasen la ramita de hierbabuena. A pesar de ello, no dejarán de comprar los tejidos y pieles de las tenerías a pesar de que su proceso de teñido obliga a utilizar tinciones que son un veneno mortal para los trabajadores. ¡Siempre ha sido así! ¿Por qué no? ¡Son auténticas!
    Y sí, cuando el viajero abandona la ciudad posee el presentimiento de no volver a encontrarla igual jamás. siendo, que tiempo después, seguirá idéntica.

    الله أكبر ومحمد رسول الله! الصحة!

    Un fuerte abrazo, Mariano.

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    1. Asi es Antonio, son lugares en que el tiempo parece haberse detenido para siempre. solo cambia la epidermis menos interesante de la sociedad, pero en el fondo subyacen los almohades fundamentalistas y seguros de que solo hay un camino: el suyo.
      Lastima de aquellas eclosiones culturales para llegar a esta decadencia inacabable. Un abrazo, voy para tu blog, que he entrevisto una de Velazquez interesante como todas las vuestras. Jugais con ventaja, puñeteros, sois biga versus peatón. Un abrazo

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  4. Dicen que el turismo es una "plaga". Que alli donde llega cambia y modifica la miarada de los demas.Quizá. No lo sé. Hay antropólogos, algunos importantes, que lo afirmam y argumentan. Pero no sólo el turismo produce ese efecto pernicioso ...a mi, por ejemplo, cuando leo la palabra TOMBUCTÚ, lo primero que veo, que no lo único !eh!, es el culo (con perdon) de Concha Velasco en el cartel de aquella surrealista pelicula del gran Berlanga con un Piccoli vencido viajando en una destartalada bicicleta...

    Tambien pienso despues en Juan Goytisolo y en cosas, dicen y es cierto, mucho más serias...Ya te las contaré Mariano, ahora solo te cuento una primera y fugaz imagen cinematografica que me ha traido junto a otrsa muchisimas, la lectura de tu entrada de hoy.

    Un abrazo.

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    1. Ay, Nicolas! Me has mentado la bicha! Tumbuctú se me quedó en el tintero en mi ultimo vieje, hace ya un par de años. Los tuaregs estaban levantiscos y tuvimos que dar la vuelta en la frontera de Mali. Puede que ya "nesuno mi porterá nel sud", como a aquel personaje de Vazquez Montalban. Repasaré la pelicula de Berlanga y me consolaré con el culo de Conchita (que sin perdon así se ha llamado desde que el mundo es mundo). Espero los demás comentarios con que amenazas. Un fuerte abrazo

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  5. Coincido con el resto de comentaristas: el paseo ha sido fascinante, lleno de historia y de cultura, pero, además, narrado con esa inmediatez de lo vivido. Tu impronta queda reflejada, Mariano.
    Gracias y un abrazo.

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  6. Gracias, isabel. Me alegran siempre tus comentarios. Un abrazo

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